martes, 22 de julio de 2008

LA MINISTRA Y EL JARRAZO DE MÚSICA


Amigos queridos quiero que lean esto, es impresionante el currículum de la respetada Ministra de Educación, señora Mónica Jiménez. Es necesario que sea este documento repartido a todos los estudiantes de secundaria, puesto que yo conozco a Juan Pablo Espinosa, es Sociólogo y trabajó conmigo en la UMCE.
La actitud de este personaje público, debe ser cuestionado a nivel estudiantil, puesto que la inmolación de la niña de 14 años, es un acto injusto y vejatorio de parte de la gran serpiente que es la sucia política chilena. al final la mala Educación de esta niña, es el resultado de su misma gestión durante estos 18 años de Concertación, en donde mas que cambios, han administrado muy bien las políticas y leyes del "gran dictador".

Que simbólico lo del jarrazo de agua? un elemento tan vital en nuestras vidas que simboliza la purificación, la renovación... por lo menos recibió agua limpia, ya que ella envía a reprimirlos a ellos con agua con mierda....
Quisiera informar la última desatinada de la Señora de la Querencia y me refiero a la patrona de fundo del MINEDUC . Ayer jueves, 17 de julio, participo en un encuentro en la Universidad Católica de Santiago, organizado por la OEA. En este encuentro participa el ex Comandante en Jefe del Ejército de Chile, Emilio Cheyre. Bueno la cosa es que la patrona le solicito a Cheyre "consejos para tratar a los niños rebeldes" -saquen sus propias conclusiones- y asimismo en su tono patriarcal y adulto céntrico dijo que a María Música le "debían controlar las hormonas" y que "no comprendía su activísimo desde los 11 años.
Amigos y amigas hay que decirlo: La señora es una fascista encubierta en la Concertación. Por último recuerdo que a la muerte de Pinochet, el nieto del General Prats ESCUPIÓ el féretro del dictador y muchos simbólicamente nos represento. Bueno, con las distancias debidas, el JARRAZO de María Música nos representa por la desigualdad social, económica y política que ha profundizado la Concertación en estos 18 años de administración del modelo heredado de la dictadura.
Más abajo presento otro botón de muestra de la fascista encubierta y ocurrió el año 86. Hay que puro leer y distribuir. Y es para no creerlo.
MARIA MÚSICA Y EL H2O por Juan Pablo Espinoza


María Música, estudiante chilena de 14 años de edad, lanzó agua al rostro a la Ministra de Educación Mónica Jiménez cuando la Secretaria de Estado había dado unilateralmente por finalizado un "encuentro participativo en educación". La niña intentó, antes del hecho, buscar explicaciones (de boca de la Ministra) al por qué cuando ella y sus pares y profesores salen a las calles de las ciudades de Chile para demandar una ley de educación que signifique que en el futuro cercano y lejano nuestros compatriotas sean seres humanos y no alienigenas descerebrados, el Estado responda no con argumentos sino con bombas lacrimógenas, aguas urticantes, golpes de palo en las cabezas y patadas de energúmenos contra niños, niñas y maestros de escuela. La Ministra que presidía el eufemístico "encuentro participativo" no contestó. Sus guardaespaldas suspendieron la cita. Lo de la niña, abrumada por el silencio y la indiferencia a modo de única y bastarda respuesta, es un argumento. Simbólico, pero tremendo argumento. "Era como hablarle a la pared", dijo María Música horas más tarde al explicar su acción. La Presidenta de Chile destacó el hecho como un "acto antidemocrático". El vocero del Gobierno y otras autoridades describieron el suceso como "magnífica demostración de la incapacidad de diálogo de los estudiantes de Chile". Otras personalidades públicas sugirieron de inmediato la expulsión de la alumna de su escuela, el traslado del caso a tribunales de justicia. La quieren castigar. Uno que otro estará pensando en colgarla del palo mayor o en lanzarla cerro abajo, para escarmiento y ejemplo. Antes abusaron de ella (ha estado cuatro veces detenida y ha quedado registro de sus hematomas en brazos y piernas) como han abusado de sus adolescentes pares con el guanaco, el zorrillo, la luma, el bototo, el silencio, la indiferencia, la sorna… pero, por encima de todo, con la tonta y vana convicción de que por ser chicos son nada y que están solos. Somos todos chicos y estamos todos solos. Tengo una hija de la misma edad que la estudiante del jarro de agua, y un hijo de quince años. Hay otra de dos años que aún no ha sido bautizada por el lanza aguas. Sería el colmo. El de 15 ha llegado a casa mojado y asustado luego de cada manifestación pingüina. Y al día siguiente parte otra vez. Claro, cada vez que va, en casa quedamos con los dientes apretados. Debe ser porque algunos padres de mi generación tenemos experiencia respecto de lo que se arriesga.
De eso quiero hablar: conocí a la Ministra Jiménez. Sé de lo que estoy hablando. Mucho antes de que la niña del jarro de agua naciera, en aquel ahora lejano 1986, fui expulsado de la Universidad Católica de Chile por participar activamente en el movimiento estudiantil que se agitaba en busca de democratizar la Universidad y el país. A sólo un semestre de terminar mi carrera, el Consejo de Rectores, por recomendación del por entonces mandamás de la PUC, Juan de Dios Vial Correa, decretó mi alejamiento de las aulas universitarias… las de la PUC y las de cualquier otra universidad del país… para siempre.
Se armó tremendo escándalo pues este "peligro para la convivencia académica" era dirigente de la FEUC, Consejero Estudiantil en el Consejo Superior de la Universidad y Presidente del Centro de Alumnos de su carrera.
Fue entonces que entró al baile la señora Mónica Jiménez, en aquella época Presidenta de la Asociación de Académicos de la PUC y miembro del Consejo Superior de esa casa de estudios, sitio en el que coincidía regularmente conmigo, para su desgracia y la de las demás autoridades pontificias. Haciendo demostración de su "espíritu democrático y profundas convicciones católicas", propuso al rector solucionar el entuerto mediante el diálogo. Fui citado a la oficina de Vial Correa, donde Mónica Jiménez, nuestra actual Ministra de Educación, me brindó una clase magistral de conceptos democráticos y del significado profundo del arrepentimiento cristiano. Dijo la señora Jiménez que le recordaba enormemente a su padre cuando este tenía mi edad, "igual de vehemente, de apasionado, de arriesgado en la defensa de sus erróneos principios políticos –su padre, me explicó ella, era militante de la ultraderecha de sus días". Luego se extendió en una larga arenga en torno a un único concepto: a la Universidad se va a estudiar, no a hacer política. Para rematar, me hizo la propuesta que había convenido con el rector: que firmara un documento que habían preparado para tales efectos, mediante el cuál me comprometía a renunciar a mis convicciones políticas de izquierda; a renunciar a mis responsabilidades como dirigente estudiantil; a declarar públicamente ante la comunidad universitaria que me había equivocado al suponer que los recintos universitarios eran un campo de batalla más en la lucha contra la dictadura. "Firma este documento", me sugirió, "y de inmediato la sentencia de expulsión quedará sin efecto". Soborno, incitación a la traición, cohecho, amedrentamiento. Esos son los principios profundamente democráticos que barajaba la señora Jiménez, la misma que hoy se reune con los estudiantes secundarios y los profesores en jornadas de ""encuentros participativos en educación". Aquella tarde de 1986 no encontré en esa oficina ningún jarro de agua a la mano. Sólo pude mirarla con lástima y desprecio, lanzarle una carcajada al rostro y salir de ahí con un portazo, cerrando para siempre cualquier posibilidad de convertirme en un profesional universitario, pero más convencido que nunca de todos aquellos principios de los que la señora Jiménez me intentó hacer abjurar.

Por Juan Pablo Espinoza Sociólogo de la PUC

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