La crisis de la educación publica, refleja que el modelo heredado de la dictadura esta agotado. Se trata de un sistema que enfrenta limitaciones estructurales que ya no dan más y que implican que debamos pensar en una nueva reestructuración, y no hablo solamente de una nueva “Loce” que es lo que ha pretendido disfrazar el gobierno si no de elevarse a algo mucho más macro. Al trasfondo del asunto que tiene mucho que ver con la calidad de profesores que están egresando de las diversas Universidades.
La crisis de la educación municipal tiene su origen en el proceso de municipalización realizado entre los años 80 y 86 por la dictadura. Alegando una supuesta necesidad de descentralizar el poder, se aplicó un cambio brutal que buscaba deslindar las responsabilidades que le cabían al Ministerio de Educación traspasándolas a cada uno de los municipios que en aquella etapa tenían alcaldes designados. A los cuales se les dio la tarea de administrar los establecimientos municipales, contratando a los profesores, decidiendo los concursos de directores y, en suma, se hiciera cargo de la gestión total de las escuelas y liceos Públicos.
Este sistema de administración ha terminado por generar una serie de distorsiones que impiden que las decisiones se adopten con rapidez, puesto que el Mineduc sólo se hace cargo de los aspectos técnico pedagógicos, mientras que los municipios, a través de sus corporaciones o directamente, deben administrar todos los demás aspectos, generando una suerte de doble administración que choca una y otra vez. Los alcaldes se quejan todos los días de que no tienen recursos o que el sistema de contratación de los docentes es limitante.
La subvención que se recibe en los municipios como administradores alcanza sólo para financiar el 80% de los sueldos de los profesores, todo el resto de los sueldos, programas escolares, mantención etc... deben ser financiados con aporte de los municipios, de modo que si éstos no tienen recursos no se hace nada. Y es precisamente en este punto en donde están los colegios y liceos de las comunas más pobres de nuestro país
En las últimas décadas nuestro sistema educacional ha hecho convivir. Dos concepciones globales sobre cómo entender su desarrollo. Por una parte están las políticas que descansan en el mercado (subvención, financiamiento compartido, libre elección de colegios o estudiantes), y por la otra, las políticas ministeriales, algunas de ellas centralizadas (entre las que se encuentran los programas de mejoramiento, asistencialidad focalizada y recursos De aprendizaje).
Probablemente, la capacidad de equilibrar estas dos concepciones y eludir confrontarlas sea, en parte, una de las causas que explica el amplio Consenso que existe en este campo. Si bien es deseable que este ambiente de acuerdo no sea modificado de manera sustantiva, también resulta necesario reconocer que esta lógica no ha corregido de manera significativa las desigualdades del sistema educacional, lo que justifica y exige adoptar una postura pragmática en cuanto a reconocer dichas diferencias y trabajar por
acortarlas.
Establecer con certeza la magnitud de esta brecha e identificar en forma precisa la población más vulnerable, entre otras cosas, implica contar con un sistema de información que provea los elementos requeridos por cada actor y que este pueda ser alimentado con fluidez y de modo confiable.
La complejidad del actual sistema, sin embargo, hace difícil su construcción, lo que refleja asuntos no completamente definidos, tales como él rediseño del Ministerio de Educación, sus múltiples estructuras administrativas y el sistema de financiamiento que sostiene este andamiaje.
Respecto del cuerpo docente, ¿qué sabemos de nuestros profesores?
Preguntémonos si conocemos su formación académica y la multiplicidad de mallas curriculares que sirvieron para su formación inicial, si sabemos de su perfeccionamiento, la pertinencia y el impacto del mismo. Si conocemos La realidad es esta: contamos con 140 mil docentes y solo con ellos podemos avanzar hacia el mejoramiento del sistema. Toda iniciativa destinada a mejorar la formación inicial es necesaria e impostergable, pero sus resultados son a décadas plazo.
sus fortalezas y, por sobre todo, sus debilidades para ofrecer estrategias de superación. Diría que aunque tenemos mucha información, sabemos poco del cuerpo docente del país.
Recientemente se viene instalando la idea que la tarea primordial que la reforma debe enfrentar son los profesores y sus prácticas pedagógicas.
Ni más ni tampoco menos que eso. En estricto rigor, desde el año 1991 la profesión docente viene gozando de continuas mejoras en el plano laboral, salarial y técnico. Notable es constatar que en el año 2004 el tercer puntaje promedio de ingreso a la universidad fue alcanzado por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, UMCE, después de la Universidad de Chile y la Universidad Católica.
La realidad es esta: contamos con 140 mil docentes y solo con ellos podemos avanzar hacia el mejoramiento del sistema. Toda iniciativa destinada a mejorar la formación inicial es necesaria e impostergable, pero sus resultados son a décadas plazo.
Asimismo, la evaluación del desempeño docente recién se inicia y comprometió en el “año 1” a 3 mil 800 profesores. Evaluación en régimen Las nuevas reformas que la Reforma engendra y con resultados definitivos se tendrá recién a fines de la presente década. La conclusión es obvia: si los cambios a la profesión docente fuesen determinantes para consolidar la reforma, ella será una realidad no antes de 10 años.
Pese a esto, hay escuelas y liceos que hoy mejoran. Son las escuelas denominadas efectivas, son las críticas que mejoraron con asistencia técnica particularizada, son las focalizadas dadas de alta porque el P-900 tuvo el efecto esperado. Es decir, los buenos resultados pueden ser obtenidos hoy con el cuerpo docente que tenemos. Clave entonces es investigar las experiencias exitosas ( como Cuba ) y extender las lecciones que sean universales al conjunto del sistema.
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